lunes, 31 de diciembre de 2012

¿QUIÉN SE HA LLEVADO MI QUESO?


Autor                         Spencer Johnson
Género                     Autoayuda / motivacional
Idioma                       Inglés
Título original         Who Moved My Cheese?
Traductor                José M. Pomares
Páginas                    106

¿Quién se ha llevado mi queso? Una manera sorprendente de afrontar el cambio en el trabajo y en la vida privada, publicado en 1998, es un libro de motivación escrito por Spencer Johnson en el estilo de una parábola. Describe el cambio en el trabajo y la vida, y cuatro típicas reacciones (resistirse al cambio por miedo a algo peor, aprender a adaptarse cuando se comprende que el cambio puede conducir a algo mejor, detectar pronto el cambio y finalmente apresurarse hacia la acción) al citado cambio con dos ratones, dos "liliputienses", y sus búsquedas de queso. Un bestseller empresarial de New York Times desde el lanzamiento, ¿Quién se ha llevado mi queso? permaneció en la lista por casi cinco años y pasó sobre doscientas semanas en la lista de no ficción de pasta dura de Publishers Weekly1 .
Argumento
La narración comienza presentando a los cuatro vientos protagonistas de la fábula: los ratones "fisgón" y "escurridizo" y los liliputienses "Hem" y "Haw" y sus búsquedas de queso en un laberinto que representa el mundo real. Los ratones buscan un queso simple, mientras que los liliputienses buscan un Queso con mayúscula que representa cualquier cosa que queramos alcanzar (la felicidad, el trabajo, el dinero, el amor)2 .
Un día los ratones llegaron al depósito de Queso Q y descubrieron que no había queso. Los ratones sí se habían percatado de que cada día había menos queso y el cambio no los cogió desprevenidos. Instintivamente, se pusieron las zapatillas de correr y partieron en busca de Queso Nuevo2 .
Más tarde llegaron los liliputienses que no estaban preparados para descubrir que no había Queso. Mientras que los ratones se habían puesto en marcha con rapidez, los liliputienses continuaban indecisos sin saber que hacer. Volvieron a sus casas con hambre y desanimo. Regresaron al día siguiente al depósito Sin Queso para comprobar que el Queso seguía sin estar ahí. Hem creía tener derecho al Queso mientras que Haw sugirió buscar algo de Queso Nuevo, a lo que Hem se negó.
Mientras las personitas seguían indecisos los ratones ya se habían puesto a buscar Queso Nuevo en el laberinto hasta que finalmente llegaron al depósito de Queso N donde encontraron una gran reserva de Queso Nuevo.
Durante algunos días fue encontrando un poco de Queso aquí y allá. Más tarde comprendió que el Queso del depósito de Queso Q no había desaparecido de repente, y que se si hubiese mantenido alerta el cambio no le habría cogido desprevenido. Algo más tarde se encontró con un prometedor depósito de Queso que resultó estar vacío. Continúo inspeccionando el laberinto y superando sus miedos. Al poco tiempo distinguió un depósito de Queso con trozos de Queso Nuevo en la entrada, pero al entrar descubrió que también estaba vacío. Alguien había estado allí y llegó a la conclusión de que si hubiera llegado antes muy probablemente habría encontrado una buena provisión de Queso Nuevo.
Durante unos días encontró un poco de queso aquí y allá hasta que un día encontró el Queso Nuevo en el depósito de Queso N. Allí descubrió la presencia de los ratones que ya llevaban allí desde hacía un tiempo. Se saludaron y Haw se dedicó a probar sus Quesos favoritos. Haw pensó en volver al depósito de Queso Q y encontrar a Hem pero comprendió que ya había intentado que su amigo cambiara. Hem tendría que encontrar su propio camino.
Para evitar que el cambio le volviera a coger desprevenido Haw comprobaba cada día el estado en el que se encontraba su Queso y aunque disponía de grandes reservas realizaba salidas por el laberinto para explorar zonas nuevas y no aislarse en su zona de comodidad. En una de esas salidas escuchó un sonido de un movimiento en los recovecos del laberinto y pensó que podría ser Hem y confió en que quizá, por fin, su amigo fuera finalmente capaz de moverse con el Queso y disfrutarlo.
La moraleja de este libro es que cada uno debe confiar en lo que quiere hacer y no dejar de luchar por cualquier cambio que hay en la vida siempre con optimismo y confianza.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Mensaje de Reflexion - "LA MARCA"


Cuando yo era niño, aún muy pequeño, mi padre compró el primer teléfono de nuestro vecindario. Recuerdo bien aquel aparato negro y brillante que se hallaba sobre la cómoda de la sala. Yo era muy chico para alcanzarlo, pero me quedaba escuchando fascinado mientras mi madre hablaba con alguien.
Un día descubrí que dentro de aquel objeto maravilloso vivía una persona fantástica. Se llamaba "Información, por favor" y no había nada que ella no supiera. "Información por favor" podía suministrar cualquier número de teléfono y hasta la hora correcta.
Mi primera experiencia personal con ese genio de la botella vino un día que mi madre se encontraba fuera, en casa de unos vecinos. Yo estaba en el garaje, revolviendo la caja de herramientas, cuando me golpeé un dedo con el martillo. El dolor era terrible, pero no tenía motivo para llorar, ya que no había nadie para consolarme. Andaba por la casa chupándome el dedo dolorido, hasta que pensé: "¡El teléfono!"
Rápidamente cogí una pequeña escalera que coloqué frente a la cómoda de la sala. Me subí a la escalera, descolgué el auricular del gancho y lo apreté contra mi oído.
Alguien atendió y yo dije:
"Información, por favor".
Oí dos o tres clics, hasta que una voz suave y nítida habló en mi oído.
"Información. Dígame".
"Me he golpeado el dedo..." y las lágrimas vinieron fácilmente ahora que tenía audiencia.
"¿Tu madre no está en casa?", preguntó ella.
"No, no hay nadie", sollozaba.
"¿Estás sangrando?"
"No, pero me he golpeado con el martillo y me duele mucho."
"¿Puedes abrir la puerta del congelador?"
Respondí que sí.
"Entonces coge un cubito de hielo y póntelo en el dedo", dijo la voz.
Tras aquel día, yo conectaba con "Información, por favor" por cualquier motivo.
Ella me ayudó con mis dudas de geografía y me enseñó dónde estaba Filadelfia. Me ayudó con los ejercicios de matemáticas. Me enseñó que la pequeña ardilla que traje del bosque tendría que comer nueces y pequeñas frutas...
Cuando Petey, mi canario, se murió, yo llamé a "Información, por favor" y le conté lo ocurrido. Ella me escuchó y comenzó a hablar de esas cosas que se le dicen a un niño que está creciendo. Pero yo me sentía inconsolable y preguntaba:
"¿Por qué tienen que morirse unos pajaritos que cantan tan bien y danalegría a los demás?"
"Paul, recuerda siempre que existen otros mundos donde también se puede cantar".
De alguna manera, después de esto me sentí mejor.
Al día siguiente, allá estaba yo de nuevo.
"Información. Dígame", dijo la voz ya tan familiar.
"¿Usted sabe cómo se escribe "excepción"?"
Todo esto aconteció en mi ciudad natal, al norte del Pacífico.
Cuando yo tenía 9 años, nos mudamos a Boston. Añoraba mucho a miamiga. "Información, or favor" pertenecía a aquel viejo aparato telefónico negro, y yo no sentía ninguna atracción por nuestro nuevo teléfono blanco que se hallaba sobre la cómoda de la nueva sala.
Pasó el tiempo y fui creciendo,k pero los recuerdos de aquellas conversaciones infantiles nunca se alejaron de mi memoria.
Frecuentemente, en momentos de duda o perplejidad, he intentado recuperar el sentimiento de seguridad tranquila que tenía en aquel entonces.
Hoy puedo comprender lo muy paciente, comprensiva y dulce que fue aquella mujer al perder su tiempo en atender las consultas de un niño.
Algunos años después, cuando ya iba a la universidad, mi avión hizo escala en Seattle. Yo tenía más o menos media hora entre los dos vuelos. Hablé por teléfono con mi hermana, que vivía allí, unos quince minutos. Entonces, casi sin darme cuenta, marqué el número de la operadora de mi ciudad natal y pedí:
"Información, por favor".
Como en un milagro, escuché la misma voz dulce y clara que tan bien conocía:
"Información. Dígame".
"¿Usted sabe cómo se escribe "excepción"?" pregunté.
Se prudujo una larga pausa. Luego, una suave respuesta:
"Tu dedo ya está mejor, ¿verdad Paul?".
Me eché a reír.
"¡Así que es usted misma!" ¡No se imagina lo importante que fue para mí en aquel tiempo!
"Sí que lo imagino. Y tú no sabes cuánto significaba para mí aquella comunicación. No tengo hijos y me pasaba el día esperando tu llamada."
Le comenté lo mucho que me había acordado de ella en los últimos años y pregunté si podría visitarla cuando fuese a ver a mi hermana.
"¡Claro que sí!" Pregunta por Sally".
Tres meses después fui a Seattle. Al telefonear, me respondió una voz desconocida.
"¿Podría hablar con Sally?", dije.
"Usted es amigo de ella?", preguntó la voz.
"Soy un viejo amigo. Mi nombre es Paul".
"Lo siento mucho, pero últimamente Sally estaba trabajando aquí sólo media jornada, porque se encontraba enferma. Por desgracia, murió hace cinco semanas".
Antes de que yo pudiera colgar, la voz añadió:
"Espere un momento. ¿Dijo usted que su nombre es Paul?" "Sí".
"Sally le dejó un mensaje. Lo escribió y me pidió que yo lo guardase por si usted llamaba. Se lo voy a leer".
El mensaje decía:
"Dile que aún creo que existen otros mundos donde la gente también puede cantar. Él lo comprenderá".
Di las gracias y colgué.
Lo comprendí.
NUNCA SUBESTIMES LA MARCA QUE DEJAS  EN LOS DEMÁS.
Autor desconocido

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